miércoles, 22 de septiembre de 2021

Capítulo X: De cuando el terremoto de Lisboa

A mí siempre me tildaron de tacaña, en la corte no había grandes dispendios, solo los necesarios para que, como reyes que éramos,  viviéramos bien. Por el miedo que tenía a que mi «suegrastra» me dejara en la indigencia, cuando fui reina empecé a acumular dinero y joyas que iba escondiendo por el palacio del Buen Retiro para que nadie las encontrara y poderlas recuperar a la muerte de mi amado Fernando.


Pero mientras se estaba construyendo, en pleno centro de Madrid, el Convento de las Salesas y estando el día 1 de noviembre de 1755 rezando en la capilla de palacio Fernando y yo, el suelo se movió.

Era el día de Todos los Santos y como manda la tradición, Fernando y yo estábamos rezando fervorosamente para que Dios tuviera a nuestras respectivas madres en su Gloria. Y de repente, como os digo, el suelo se movió. Tembló levemente en varias ocasiones, pero lo suficientemente fuerte como para que Fernando y yo lo notáramos.
Al principio pensamos que era una señal de agrado divino a nuestras plegarias, sin embargo nada más lejos de la realidad.

El temblor lo sintió todo Madrid, y en la Puerta del Sol acababan de morir dos niños aplastados por la gran cruz de la Iglesia del Buen Suceso.

Hacia el mediodía nos enteramos que 50.000, de los 19 millones de españolitos, habían muerto por causa del temblor, que nadie sabía qué era en realidad. Hasta un albañil de Quintana de la Serena, que estaba arreglando las «conchas» en el interior de la catedral de Badajoz, se cayó del andamio y se mató.

La cosa no hubiera pasado a mayores y se hubiera quedado así a no ser por las alarmantes noticias que pronto llegaron de Lisboa: un terremoto y una ola de 20 metros había arrasado con todo lo que encontró a su paso. Y una de las primeras cosas que encontró el tsunami fue mi casa natal, el palacio de Ribera, que desapareció para siempre.


Mi padre y mi madre ya habían muerto y mi hermano José y Mina eran ahora los Reyes de Portugal. Sin embargo, poco les hizo el terremoto porque ellos habían salido de Lisboa para  festejar Todos los Santos  en Ajuda y como mi hermano, después del desastre,  desarrolló una «claustrofobia galopante», nunca volvieron a Lisboa y vivieron en unas majestuosas tiendas de campaña en Ajuda.

Más tarde, cuando mi sobrina  María fue reina de Portugal (María I) hizo construir un castillo exactamente en el lugar donde estaban los pabellones y las tiendas de campaña. Puedes visitarlo ahora, si quieres, es un palacio precioso lleno de jardines.

Como os iba contando. Recién terminado el terremoto y con mi hermano José II en Ajuda, éste le preguntó a su Primer Ministro, Sebastián, qué tenía que hacer ante semejante caos.

Y como siempre la respuesta de Sebastián fue de una genial simpleza: 

«Enterre os mortos y cuide os vivos».
¡Gilimemo!

Bueno, lo de «gilimemo» lo he añadido yo, el Primer Ministro, aunque lo pensaba, nunca osó decírselo a mi hermano.

Sebastián José Carvallo, Marqués de Pombal para la plebe, Primer Ministro de mi hermano José II de Portugal, fue la persona a la que el Rey le encomendó arreglar el desastre del terremoto y el tsunami.

Ya os he dicho que mi hermano y Mina jamás regresaron a Lisboa, tenían pánico de morir aplastados por un tercer terremoto.

¡Ah! ¿No os lo he dicho? Este terremoto de 1755 no era el primero de este calibre (creo que en terremotos se llama «magnitud», no calibre) que sufría Lisboa. Ya en 1531 tuvimos otro de magnitud 8 en la escala de Richter (bueno en 1531 no sabían nada de escalas, ni de Richter, que es del siglo XX, pero es para que vosotros os hagáis una idea de la gravedad del «asunto»).

Por cierto, el terremoto del que os estoy hablando, el de 1755, fue de magnitud 9 en la escala de Richter. Y para que os quede claro lo máximo en esta escala es de 10 y nunca se ha registrado ninguna catástrofe así. ¡Gracias a Dios! Con lo que si el primer terremoto de Lisboa fue de magnitud 8, el segundo de magnitud 9, mi hermano vivió toda su vida aterrado (para decirlo finamente). 

¡Y para no estarlo! vuestro IERD (Instituto Español para la Reducción de los Desastres), dice que se va a volver a repetir. Mejor dicho, que el terremoto se repetirá cada 500/600 años «a las 9 de la mañana» hasta el final de los tiempos.

Sumemos… 1755 + 500 = 2255… Bueno, no te preocupes para esta fecha estarás criando malvas sin que ningún terremoto te haya ayudado.

Pero os iba contando cómo manejó Sebastián todo «el desastre» con el Rey a unos 10 kilómetros de la barbarie. Pues bien, mi hermano le dio plenos poderes y su total confianza a su Primer Ministro y, éste, manejó el desastre como Dios le dio a entender: primero enterró a los 60.000 muertos para evitar epidemias y luego dio de comer a todos los vivos y los puso a trabajar.

Tan bien lo hizo todo Sebastián que los entendidos dicen que en Lisboa y a raíz del terremoto, el Marqués de Pombal, inventó lo que hoy llamamos «protección civil».

Bueno, aquí entre nosotros, Sebastián no lo hizo todo bien; pero os estoy hablando de cómo gestionó el terremoto, en nombre de mi hermano el Rey, y eso lo hizo a las mil maravillas.

Luego se le fue la mano, porque no le gustaban los jesuitas y pasó a cuchillo al confesor de mi hermano, el Padre Gabriel. Bueno, la verdad que no fue a cuchillo, lo ahorcó porque un día saliendo mi hermano de tapadillo de  un «puticlús» le tendieron una emboscada y como a Sebastián no le gustaba Gabriel, convenció a mi hermano de que el pobre jesuita había sido el cabecilla…Pero eso es harina de otro costal. Yo creo que el Marqués de Pombal llegó a «coger» tanto poder que le estorbaba mi hermano y todos los que le rodeaban.

Pasara lo que pasara, hay desgracias que dejan muy buenas enseñanzas si hay algún listo capaz de observar y tomar apuntes. Creo que nadie aprendió tanto y en tan poco tiempo como los lisboetas gracias al terremoto.


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