Luís I, el hermano mayor de mi Fernando, enfermó de viruela el 14 de agosto de 1724, sufriendo fiebres y delirios. A su cuidado se entregó, en cuerpo y alma, mi cuñada Luisa Isabel de Orleans.
Luis falleció antes de que terminara ese verano, siete meses y medio después de que comenzara su reinado, el más breve de la historia española, si no se cuenta el gobierno iure uxoris (por el derecho de su mujer) de Felipe I de Castilla, llamado Felipe, el hermoso.
Se da la curiosa coincidencia de que un almanaque de la época, firmado por el escritor, sacerdote, médico y matemático Torres Villarroel, pronosticó tiempo antes para ese día palabras negras: «Se muda el teatro en salón regio. Muertes de repente que provienen de sofocaciones del corazón y algunas fiebres sinocales con delirio».
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