jueves, 17 de febrero de 2022

Divertir al rey era una cuestión de Estado.

Mi Fernando  tuvo uno de los reinados más prósperos y estables tanto a nivel militar como económico en la historia de los Borbones. 

Fernando supo delegar en los ministros adecuados para lograr la paz en su reino y para que la Ilustración penetrara en el país, aunque ciertamente mostró algunas limitaciones intelectuales a la hora de tomar decisiones propias. 

Su confesor, el jesuita  Rávago, aseguraba que «se aflige con papeles largos», a modo de eufemismo para no llamar tonto de capirote a su regia figura. 

El Marqués de Ensenada, el hombre fuerte del reinado, sabía que el rey, mi Fernando, se encendía en «peloteras» con las malas noticias, así que se limitaba a no dárselas o a ir con la solución ya prevista en el otro bolsillo para que Fernando se fuera a cazar, bailar o jugar cuanto antes. 

Durante nuestro reinado se vivieron algunas de los más grandiosos espectáculos palaciegos, entre ellos la flota del Tajo, que asombró a Aranjuez con una armada en miniatura. 

Divertir al rey, mi Fernando, era una cuestión de Estado.



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