Hoy se roban móviles y en el siglo XVIII se robaban pelucas. ¿Pelucas? Sí, tal como lo oyes. Eran artículos de lujo, muy apreciadas y codiciadas.
El
proceso de fabricación de pelucas era el siguiente: con alambre se hacía un soporte
a modo de malla rígida encajable en la cabeza. Por los orificios de la malla se
insertaba pelo humano, pelo de caballo e incluso de cabra. En el caso de las
pelucas femeninas, para hacer los moños altos, se usaban almohadillas rellenas
de borra (virutas de corcho). Después se cosían trenzas y tirabuzones a alturas
variadas. Las pelucas masculinas eran de color blanco, pero las femeninas
podían ser en tonos pastel, rosa o violeta.
Su
fabricación era tan costosa que pocos se podían permitir comprarlas con
frecuencia, por lo que se inventaron métodos de conservación cuando el pelo
empezaba a pudrirse, como era rociarlo con almidón extraído de polvos de arroz
o patatas. Para camuflar el olor se perfumaban.
El robo de pelucas estaba penado con 3 años de
cárcel.
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